Bebidas energéticas y su impacto en la adolescencia: adicción, irritabilidad, insomnio o cefaleas

Bebidas energéticas y su impacto en la adolescencia: adicción, irritabilidad, insomnio o cefaleas

El informe Bebidas Energéticas del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones del Ministerio de Sanidad, publicado el pasado mes de diciembre, da cuenta de lo atractivas y eficaces que son las campañas publicitarias de las bebidas energéticas. Presentadas como bebidas refrescantes creadas para incrementar la resistencia física, que proporcionar sensación de bienestar y estimular el metabolismo. Bebidas que son un reclamo para los jóvenes. Dinamismo, libertad, energía, independencia, diversión y un montón más de conceptos para envolver a los jóvenes y atraerles hacia esta explosiva combinación de ingredientes.

“Efectos estimulantes que se consiguen con una mezcla de diversas combinaciones de vitaminas, minerales y sustancias estimulantes como la cafeína, extractos de plantas como el ginseng y el guaraná, y otros compuestos relacionados con el metabolismo, como la taurina, glucuronolactona, inositol y carnitina, además de una importante cantidad de azúcares añadidos” detalla Manuel Moñino, dietista-nutricionista en salud pública e integrante del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética.

Bombas de relojería para el metabolismo que, en pleno desarrollo físico y mental, dejamos que impacten en nuestros jóvenes como un tema menor. El informe del Ministerio de Sanidad y que corrobora Félix Notario, presidente de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia (SEMA) indica que: “Los estudios ponen en evidencia que su consumo se asocia a irritabilidad, insomnio, cefaleas, ansiedad, falta de concentración y patologías metabólicas y cardiovasculares, como taquicardia o aumento de la presión arterial”.

Cafeína como primer indicador de alarma “El consumo de 1,4 miligramos de cafeína por kilogramo de peso y día puede ocasionar insomnio y reducción de la duración del sueño. Si el consumo es mayor de 3 miligramos por kilogramo de peso y día, incrementa los factores de riesgo cardiovasculares y hematológicos, neurológicos y psico-comportamentales”. “Azúcares simples, cuyo consumo se asocia a mayor riesgo de obesidad y otras enfermedades crónicas”, sería el segundo punto de alarma, avisa Moñino.

Y, por último, Félix Notario señala que estas bebidas pueden generar tolerancia con un consumo continuado e incluso producir adicción .“El consumo frecuente puede causar dependencia física moderada y tolerancia a la cafeína, necesitando cada vez más cantidad para tener un efecto perceptible. El uso regular puede crear síndrome de abstinencia”, indica también Moñino.

Los distintos especialistas apelan a los padres en primera instancia para poder frenar el consumo de sus hijos. Sin ignorar lo complicado que es luchar contra las atractivas campañas publicitarias, la moda y la volatilidad de la adolescencia. Moñino apuesta por “crear una cultura de salud en casa, desde edades infantiles”. Conseguir que la familia sea “el referente saludable en el ciclo vital de los hijos”. Una apuesta de alfabetización alimentaria y de salud.

Más allá del papel de los padres y madres, Notario apuesta por tomar otras medidas como “Que exista un adecuado etiquetado nutricional para que las familias puedan hacer la elección más saludable en lo que respecta al consumo de alimentos y bebidas de sus hijos”. Por otro lado, es importantísimo para Moiño “es capital evitar la exposición de estas bebidas en niños y adolescentes, prohibiendo su venta en los entornos deportivos y educativos”.

Para finalizar el artículo, Moiño nos advierte del peligro de mezclar alcohol y bebidas energética. De que el ocio de nuestros jóvenes no debería depender de relacionar fiesta y fines de semana con de aguantar toda la noche despiertos, mezclando bebidas energéticas, alcohol, sustancias. Ni siquiera es una buena idea a la hora de emplear esas bebidas energéticas a la hora de jugar con pantallas o para aguantar toda la noche estudiando. “Aunque se tenga menos sueño, se altera el patrón normal, su consumo puede generar ansiedad, hipocondría, insomnio, cefalea, trastornos depresivos y síndrome de abstinencia”.

Noticia publicada en: www.rtve.es

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